© Alejandro Cuffia | Dreamstime.com - Mascardi Lake, Bariloche, Argentina
El autobús va cruzando la
Cordillera hacia San Carlos de Bariloche.
Manuel pega su cara al cristal, algo
empañado, intentando divisar las cimas entre las que discurre encajada la carretera.
Pero el paisaje es gris. Gris de niebla, gris de nieve extendida bajo la
niebla, gris de nieve que cae entre la niebla. Un cielo gris blanquecino, un bosque
blanco grisáceo. Manuel se resigna, hoy tampoco verá las cumbres de los Andes. Intenta
dormir. Pero no puede; todo el autobús escucha de pronto la voz chillona de la
pasajera sentada justo detrás de él.
––No me funciona el celular acá arriba.
¿Usted tiene cobertura? ––pregunta en voz alta a su compañero de asiento––.
Tengo a mi hija en Bariloche, esperando que le diga a qué hora llegamos, para
que pueda ir a buscarme a la terminal. Necesito decirle que no tenemos retraso.
Manuel escucha como el pasajero
busca su teléfono móvil en varios bolsillos, hasta que lo encuentra y lo
extrae.
––No señora, yo tampoco tengo
cobertura. Pero seguro habrá más abajo, y todavía faltan tres horas para
llegar.
––Ay sí, pero tengo que avisarle.
––No se apure, le va a dar tiempo.
Manuel, llevado por la curiosidad,
intenta ver su cara por el espacio que hay entre los asientos. La señora es rubia,
bien vestida. Su vecino es aún más rubio, y muy joven. Sostiene un grueso
libro, de tapas negras. En la estación, Manuel se había fijado en ese pasajero,
que leía el mismo libro sin despegar los ojos su sus páginas. Se había
sorprendido cuando entrevió su título: La Biblia.
La señora tiene claramente la
intención de prolongar la conversación.
––Y vos, ¿De dónde sos?
Su vecino era brasileño, de Iguazú.
Animada por la respuesta, prosigue el interrogatorio. Manuel se da cuenta que
no le iba a ser fácil conciliar el sueño, y decide abrir su libro. Era un libro
de relatos escritos por autores noveles de la Provincia de Río Negro. Lo había
comprado en Bariloche unos días antes, y lo había llevado consigo en su breve
excursión chilena. Lo sacó de la redecilla del respaldo del asiento.
Comienza a leer. El primer relato
sitúa su historia en un autobús que cruza la Cordillera, entre nieve y niebla.
––Yo soy psicoanalista, retirada ya
––continúa la Señora con su parloteo––, pero todavía voy a congresos…
Manuel no puede concentrarse. Ni el
tono de voz de la pasajera, ni su propio natural curioso de conversaciones ajenas,
se lo ponen fácil. A pesar de todo, prosigue su lectura. El protagonista de la
historia desiste de mirar por la ventana, y se pone a leer un libro. Manuel
escucha de nuevo a la parlanchina pasajera:
––El Congreso de Cartagena fue
bárbaro, ¿vos estuviste alguna vez en Cartagena? Si no, tenés que ir ya mismo.
El brasileño responde en voz tan
baja que lo que dice no le llega a Manuel. Éste vuelve de nuevo a su
interrumpida lectura. El relato cuenta como el protagonista abre su libro, que
contenía relatos de autores noveles de la Provincia de Río Negro. El primero de
ellos es la historia de un viajero que cruza la Cordillera, sumida en nieve y niebla,
y que, no pudiendo disfrutar del paisaje, abre un libro de relatos.
Incansable, la señora continuaba:
––Ahora me invitaron a un Congreso
en Europa, en Atenas.
––Qué bueno ––acertó a decir su
abrumado vecino––.
––No sé si ir, me dijo una amiga de
La Plata que hay unos negocios espectaculares. Cuando estuvo allá con su
marido, quemaron la tarjeta de crédito. Pero por otro lado, no sé si mi inglés
es tan bueno.
Manuel intenta, por enésima vez,
concentrarse en la lectura, esta vez con más éxito. En el relato, su
protagonista continua leyendo el libro que cuenta la historia de un viajero
que, atravesando la Cordillera, abre un libro de relatos. El primero de éstos
refiere la historia de un viajero que, cruzando los Andes en autobús, y
aburrido con el paisaje gris, decide comenzar a leer un libro de narraciones cortas
escritas por autores noveles de la Provincia de Río Negro. El primero de cuyos
cuentos narra como un viajero que atraviesa la Cordillera nevada y envuelta en
nubes empieza a leer un libro de historias breves, que había comprado unos días
antes en Bariloche. La primera historia de ese libro reseña como un turista,
aburrido en el autobús que salva los Andes envueltos en nubes bajas, lee un
libro de relatos de autores locales, el primero de cuyos relatos cuenta como un
viajero…
Manuel oye un chasquido. Siente en
la cara el aire frío del exterior. Al mismo tiempo, la voz de la pasajera se va
atenuando, como si se estuviera alejando, hasta que se hace un silencio
extraño. Manuel mira hacia arriba. El techo del autobús se ha desvanecido. Una
cara enorme, le observa, a través de líneas de palabras transparentes. Sus facciones
son idénticas a la suya. Más arriba, otra cara aún más descomunal observa a la
anterior. Manuel mira a su alrededor. Sólo ve letras y líneas. Se siente plano,
como habiendo perdido una dimensión. Por debajo de él, otro alter ego suyo lee
un libro, también transparente, y mira desde arriba a otra persona, aún más
diminuta que lee otro libro, en el cual…
Manuel grita. Su grito se oye en
todo el universo, desde el átomo hasta las estrellas.