viernes, 18 de marzo de 2016

Muñecas rusas (de "Bucles")


© Alejandro Cuffia | Dreamstime.com - Mascardi Lake, Bariloche, Argentina

El autobús va cruzando la Cordillera hacia San Carlos de Bariloche.
Manuel pega su cara al cristal, algo empañado, intentando divisar las cimas entre las que discurre encajada la carretera. Pero el paisaje es gris. Gris de niebla, gris de nieve extendida bajo la niebla, gris de nieve que cae entre la niebla. Un cielo gris blanquecino, un bosque blanco grisáceo. Manuel se resigna, hoy tampoco verá las cumbres de los Andes. Intenta dormir. Pero no puede; todo el autobús escucha de pronto la voz chillona de la pasajera sentada justo detrás de él.
––No me funciona el celular acá arriba. ¿Usted tiene cobertura? ––pregunta en voz alta a su compañero de asiento––. Tengo a mi hija en Bariloche, esperando que le diga a qué hora llegamos, para que pueda ir a buscarme a la terminal. Necesito decirle que no tenemos retraso.
Manuel escucha como el pasajero busca su teléfono móvil en varios bolsillos, hasta que lo encuentra y lo extrae.
––No señora, yo tampoco tengo cobertura. Pero seguro habrá más abajo, y todavía faltan tres horas para llegar.
––Ay sí, pero tengo que avisarle.
––No se apure, le va a dar tiempo.
Manuel, llevado por la curiosidad, intenta ver su cara por el espacio que hay entre los asientos. La señora es rubia, bien vestida. Su vecino es aún más rubio, y muy joven. Sostiene un grueso libro, de tapas negras. En la estación, Manuel se había fijado en ese pasajero, que leía el mismo libro sin despegar los ojos su sus páginas. Se había sorprendido cuando entrevió su título: La Biblia.
La señora tiene claramente la intención de prolongar la conversación.
––Y vos, ¿De dónde sos?
Su vecino era brasileño, de Iguazú. Animada por la respuesta, prosigue el interrogatorio. Manuel se da cuenta que no le iba a ser fácil conciliar el sueño, y decide abrir su libro. Era un libro de relatos escritos por autores noveles de la Provincia de Río Negro. Lo había comprado en Bariloche unos días antes, y lo había llevado consigo en su breve excursión chilena. Lo sacó de la redecilla del respaldo del asiento.
Comienza a leer. El primer relato sitúa su historia en un autobús que cruza la Cordillera, entre nieve y niebla.
––Yo soy psicoanalista, retirada ya ––continúa la Señora con su parloteo––, pero todavía voy a congresos…
Manuel no puede concentrarse. Ni el tono de voz de la pasajera, ni su propio natural curioso de conversaciones ajenas, se lo ponen fácil. A pesar de todo, prosigue su lectura. El protagonista de la historia desiste de mirar por la ventana, y se pone a leer un libro. Manuel escucha de nuevo a la parlanchina pasajera:
––El Congreso de Cartagena fue bárbaro, ¿vos estuviste alguna vez en Cartagena? Si no, tenés que ir ya mismo.
El brasileño responde en voz tan baja que lo que dice no le llega a Manuel. Éste vuelve de nuevo a su interrumpida lectura. El relato cuenta como el protagonista abre su libro, que contenía relatos de autores noveles de la Provincia de Río Negro. El primero de ellos es la historia de un viajero que cruza la Cordillera, sumida en nieve y niebla, y que, no pudiendo disfrutar del paisaje, abre un libro de relatos.
Incansable, la señora continuaba:
––Ahora me invitaron a un Congreso en Europa, en Atenas.
––Qué bueno ––acertó a decir su abrumado vecino––.
––No sé si ir, me dijo una amiga de La Plata que hay unos negocios espectaculares. Cuando estuvo allá con su marido, quemaron la tarjeta de crédito. Pero por otro lado, no sé si mi inglés es tan bueno.
Manuel intenta, por enésima vez, concentrarse en la lectura, esta vez con más éxito. En el relato, su protagonista continua leyendo el libro que cuenta la historia de un viajero que, atravesando la Cordillera, abre un libro de relatos. El primero de éstos refiere la historia de un viajero que, cruzando los Andes en autobús, y aburrido con el paisaje gris, decide comenzar a leer un libro de narraciones cortas escritas por autores noveles de la Provincia de Río Negro. El primero de cuyos cuentos narra como un viajero que atraviesa la Cordillera nevada y envuelta en nubes empieza a leer un libro de historias breves, que había comprado unos días antes en Bariloche. La primera historia de ese libro reseña como un turista, aburrido en el autobús que salva los Andes envueltos en nubes bajas, lee un libro de relatos de autores locales, el primero de cuyos relatos cuenta como un viajero…
Manuel oye un chasquido. Siente en la cara el aire frío del exterior. Al mismo tiempo, la voz de la pasajera se va atenuando, como si se estuviera alejando, hasta que se hace un silencio extraño. Manuel mira hacia arriba. El techo del autobús se ha desvanecido. Una cara enorme, le observa, a través de líneas de palabras transparentes. Sus facciones son idénticas a la suya. Más arriba, otra cara aún más descomunal observa a la anterior. Manuel mira a su alrededor. Sólo ve letras y líneas. Se siente plano, como habiendo perdido una dimensión. Por debajo de él, otro alter ego suyo lee un libro, también transparente, y mira desde arriba a otra persona, aún más diminuta que lee otro libro, en el cual…
Manuel grita. Su grito se oye en todo el universo, desde el átomo hasta las estrellas.

martes, 15 de marzo de 2016

Delfines negros y rojos


© Refluo | Dreamstime.com - Dolphin black and white

"...Su madre, sentada en el sillón en el que pasaba todos los fines de semana vencida por el cansancio de limpiar colegios y casas, ni siquiera le quiso mirar: —Tu hermana te está esperando para que la lleves al parque. "

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domingo, 6 de marzo de 2016

Valor


"El saco de arena amortigua el impacto de la primera bala. Me pongo en guardia. Otro día más. Las gotas de lluvia se acumulan en el borde de mi casco y resbalan por él, hasta que su peso las hace caer sobre mi cara. Ruedan por ella junto con lágrimas de miedo. "

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